Frente a las múltiples demandas que se fueron articulando a partir del estallido social del pasado octubre del 2019, en manifestaciones públicas pacíficas por un lado y en diversos actos de violencia y vandalismo por el otro, hubo una que destacó por su recurrencia: “derogar la actual Constitución”.
Mediante la Ley 21200, la cual modifica el capítulo XV de la Constitución Política de la República de Chile, se ofrece la posibilidad a todos los chilenos, también en el exterior, a manifestarse en cuanto a la derogación o continuidad de la controvertida Constitución de 1980.
La propaganda de la fracción a favor de la derogación de la actual constitución pone énfasis en el hecho que una nueva constitución tendría que sentar las bases para una mayor participación en los procesos que competen, afectan y/o benefician a minorías; en el entendido de crear estructuras mas justas que reviertan en una mayor justicia social.
Por otra parte la propaganda de la fracción que promueve “no apruebo la derogación” esgrime una argumentación que apunta al hecho que los problemas urgentes a solucionar al parecer no dependen de la redacción de una nueva carta fundamental, sino de la voluntad política y social de ayudar, incluir y trabajar por lo único que nos puede en el fondo llegar a unir: el futuro y la estabilidad de Chile.
Antes de votar a favor o en contra de la actual constitución me parece pertinente efectuar una reflexión acerca de lo que significa una constitución y el principio constitucional. Por qué en algunos casos es necesario no sólo efectuar cambios de la vigente, sino promover su derogación.
Chile tuvo muchos ensayos constitucionales, pero tres han sido las constituciones que orientaron el desarrollo del Estado de Chile: 1833, 1925 y 1980. Todas ellas promovieron el “estado tutor”, unas con más autoritarismo que otras.
El desafío no es votar como se hizo en 1980 por un “Si” o “No”, que no necesariamente apuntaba a la aprobación de una nueva constitución, sino a la continuidad del régimen militar y lo más importante cómo debía ser la transición a una democracia. Votar por una línea política es una acto electoral de otro tipo. El próximo 25 de octubre se debe votar reflexionando si en la actual constitución están presentes los principios acordes al siglo XXI para garantizar el desarrollo, la paz y la seguridad interior del estado, que si bien es cierto sigue siendo nacional debe considerar la globalización.
¿Cuál es el actual desafío? Hacia dónde apunta la urgencia histórico-social? y ¿Qué significa en última instancia la promulgación de una nueva Constitución?
Leyla
Octubre 14, 2020 @ 12:39 pm
A propósito de la reflexión constitucional, muchos chilenos esperamos que se reduzcan las desigualdades o al menos no se sigan incrementado. Desigualdades no solo relacionadas con la distribución de la riqueza, sino con la educación, en planificación urbana, lugares más amigables y en el trato entre iguales.